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Número 74

Reflexiones sobre cultura y sociedad / Revista Malabia

Revista Malabia número 74

Reflexiones sobre cultura y sociedad / Revista Malabia

Las narraciones capaces de transformar el mundo y de descubrir en él nuevas dimensiones nunca las crea la voluntad de una sola persona. Su surgimiento obedece más bien a un proceso complejo, en el que participan diversas fuerzas y distintos actores. En definitiva, son la expresión del modo de sentir de una época. Estas narraciones, con su verdad intrínseca, son lo contrario de las narrativas aligeradas, intercambiables y devenidas contingentes, es decir, de las micronarrativas del presente, que carecen de toda gravitación y de toda pretensión de verdad.
La narración es una forma conclusiva. Constituye un orden cerrado, que da sentido y proporciona identidad. En la Modernidad tardía, que se caracteriza por la apertura y la eliminación de fronteras, se van suprimiendo cada vez más las formas de cerrar y de concluir. Pero, al mismo tiempo, en vista de una permisividad cada vez mayor, aumenta la necesidad de narrativas como formas conclusivas. A esta necesidad obedecen las narrativas de los populismos, los nacionalismos, las derechas extremas y los tribalismos, incluidas las narrativas conspiranoicas. Estas narrativas se toman como ofertas de sentido e identidad. Sin embargo, en la era posnarrativa, cuando cada vez es mayor la experiencia de que todo es contingente, las narrativas no desarrollan ninguna vigorosa fuerza de cohesión.
Las narraciones son generadoras de comunidad. El storytelling, por el contrario, sólo crea communities. La community es la comunidad en forma de mercancía. Consta de consumidores. Ningún storytelling podrá volver a encender un fuego de campamento en torno al cual se congreguen personas para contarse historias. Hace tiempo que se apagó el fuego de campamento. Lo remplaza la pantalla digital, que aísla a las personas convirtiéndolas en consumidores. Los consumidores son solitarios. No conforman ninguna comunidad. Ni siquiera las stories o historias que se publican en las plataformas sociales pueden subsanar el vacío narrativo. No son más que autorretratos pornográficos o autoexhibiciones, una manera de hacer publicidad de uno mismo. Postear, darle al botón de «me gusta» y compartir son prácticas consumistas que agravan la crisis narrativa.
El capitalismo recurre al storytelling para adueñarse de la narración. La somete al consumo. El storytelling produce narraciones listas para consumir. Se recurre a él para que los productos vengan asociados con emociones. Prometen experiencias especiales. Así es como compramos, vendemos y consumimos narrativas y emociones. Stories sell, las historias venden. Storytelling es storyselling. Contar historias es venderlas.
Byung – Chul Han


La exitosa expansión de la novela histórica (ficción histórica) no puede atribuirse únicamente al gusto espontáneo del público lector. Las editoriales montan una verdadera cadena de producción a partir de cualquier autor que consigue un cierto nivel de ventas. Las secciones especializadas de los periódicos, por su parte, promocionan con reiteración un mismo puñado de títulos y nombres. Tampoco falta el aporte de la educación formal, a cargo de asesores pedagógicos que siempre se muestran dispuestas a ahorrarles a los adolescentes el esfuerzo de leer al menos unos cuantos párrafos de las grandes obras. Esta conjunción de factores permite que muchos incautos confundan la masiva circulación de algunas novelas históricas con la formación de un público versado en historia.
Las novelas históricas pasatistas tienen una inspiración posmoderna, puesto que se sustentan en presupuestos como la imposibilidad de conocer el pasado, el carácter discursivo de lo social y la imposibilidad de diferenciar ficción de realidad. Desde esa postura, destruyen la idea de una historia total, que caracterizó distintas corrientes historiográficas, desde el marxismo hasta la escuela francesa de Annales. La supuesta hibridación de géneros que defienden estas novelas esconde una deliberada iniciativa para evitar el abordaje de las cuestiones fundamentales de la historia.
Ariel Vittor


Pocos días antes de su trágica muerte, en un simposio realizado en Chiapas, Guillermo Bonfil Batalla advirtió que sobre América Latina pesaba el riesgo de un fracaso histórico aún mayor que el precedente, y acaso definitivo, pues en el nuevo orden mundial nos dejamos poner otra vez en un papel subalterno, de mendigos, ya que tanto las metas como las reglas de juego están siendo fijadas sin nuestra participación. En la misma reunión, Darcy Ribeiro planteó que el subcontinente se hallaba amenazado por una recolonización, y que frente al aplanamiento de nuestra diversidad y la pérdida de nuestros restos de soberanía, las clases dirigentes y los intelectuales piensan más en incrementar su poder y sus prebendas que en definir un proyecto propio. Creo que tal falta de lucidez nos viene de lejos, conectándose con esa vieja dialéctica civilización/barbarie que aún nos signa, en la medida en que lo extraño, lo no occidental o lo occidentalizado apenas superficialmente es visto como bárbaro, es decir, como blanco para el etnocidio impune, para la deculturación compulsiva y el silenciamiento. Rara vez se intentó repensar lo moderno como un proyecto conciliable con las tradiciones, con los valores culturales propios.
Adolfo Colombres


Tenemos una intelectualidad fútil, más propensa a buscar las remuneraciones de las multinacionales o las prebendas del Estado que a pensar y a luchar por definir el proyecto latinoamericano.
Darcy Ribeiro


La tendencia de la crítica europea a considerar la literatura latinoamericana por lo que tiene de específicamente latinoamericano me parece una confusión y un peligro, porque parte de ideas preconcebidas sobre América Latina y contribuye a confinar a los escritores en el ghetto de la latinoamericanidad. Si la obra de un escritor no coincide con la imagen latinoamericana que tiene un lector europeo, se deduce inmediatamente de esta divergencia la inautenticidad del escritor, descubriéndosele además, en ciertos casos, singulares inclinaciones europeizantes. Eso significa que Europa se reserva los temas y las formas que considera de su pertenencia dejándonos lo que concibe como típicamente latinoamericano.
La mayoría de los escritores latinoamericanos comparte esa opinión; el nacionalismo y el colonialismo son así dos aspectos de un mismo fenómeno que, en consecuencia, no debe ser estudiado por separado, aun cuando por un lado se trate del nacionalismo del colonizador y por el otro del nacionalismo del colonizado.
Juan José Saer


En nuestra sociedad se considera útil sólo aquello que produce beneficios. Siguiendo esa lógica, la música, la literatura, el arte, las bibliotecas, los archivos de Estado, la arqueología, son considerados inútiles porque no producen beneficios. No es extraño entonces que, cuando los gobiernos hacen recortes, lo primero en recortar son esas cosas inútiles. No se dan cuenta que al eliminarlas cortan el futuro de la humanidad. El drama que vivimos es que todos los ámbitos de nuestra vida están contaminados por la idea del beneficio y del lucro. No se educa más a las nuevas generaciones en el amor por el bien común, por el desinterés, por lo gratuito, sino en el amor al dinero, a lo útil, al beneficio personal. Profesores y rectores universitarios se han convertido en managers, y hablan un lenguaje contaminado por la lógica económica, que no es neutro y que domina todas las capas de la vida. Los estudiantes estudian para conseguir créditos y para pagar deudas. Kant lo explica muy bien: ¿En qué me beneficia ir a un concierto? Mi amor por la música es un amor desinteresado y sólo ese amor me hace mejor.
En una sociedad corrompida por la dictadura del beneficio, el conocimiento es la única forma de resistencia. Porque con el dinero se puede comprar cualquier cosa; parlamentarios, políticos, jueces, el éxito, la vida erótica. Sólo hay una cosa que no se compra con dinero: el conocimiento. Si soy un gran magnate y quiero comprar el saber, ni un cheque en blanco me valdría. El precio del saber es el esfuerzo personal. El conocimiento no se compra, se conquista.
Nuccio Ordine


La cuestión es cómo conocer la validez de las verdades subjetivas discutibles sin caer dentro de la trampa posmoderna del relativismo nihilista. El «todo vale» no es suficiente cuando se trata de relatos de represión, tortura, fuga e intentos de permanecer con vida mientras la violencia reina. Tampoco es suficiente en un contexto donde las distorsiones, las verdades parciales, las mentiras totales y la propaganda tienen serias y duraderas implicaciones para la gente.
Nadje Sadig Al-Ali


A medida que nuestra sociedad sigue desmoronándose bajo el impacto del capitalismo consumista global, parece que el cine se irá interesando por representar la consiguiente desintegración del yo. Existen menos certidumbres y mucha gente se aferrará ahora a cualquier punto de referencia para mantenerse junta. Hay una necesidad desesperada de que se nos diga con qué identificarnos, qué es in y qué no lo es, qué pensar, qué clase de hombre o mujer debemos ser.
Uno de los problemas es que la necesidad constante de redefinir la femineidad y la masculinidad se ha convertido en una industria en sí. No puedo evitar tener la impresión de que todo es una pantalla de humo sin sentido que sólo sirve para evitar que nos planteemos las cuestiones importantes.
Irvine Welsh


¿Qué se vuelve finalmente la comunidad de las personas en un mundo donde cada libertad surge aisladamente? Bakunin escribía: «No soy verdaderamente libre sino cuando todos los seres que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres (…) No me vuelvo libre sino por la libertad de los otros» Precisión capital: la reivindicación de mi propia libertad está demasiado unida al instinto para no ser sospechosa, y se puede decir justamente que el sentido de la libertad comienza con el sentido de la libertad del otro. Esta cooperación de las libertades está excluida de un mundo donde cada libertad sólo puede unirse a la libertad del otro avasallándola o haciéndose avasallar por ella; interiormente enraizada en una necesidad, una tal libertad no puede comunicar más que una necesidad (Sartre). Esa libertad no libera a quien se le acerca, sólo sabe a lo sumo arrancarlo al sueño y arrastrarlo en su torbellino irresistible. Por el contrario, la libertad de la persona crea en torno a ella la libertad por una suerte de levedad contagiosa, tal como la alienación, a la inversa engendra alienación.
Emmanuel Mounier


La acción sobre la naturaleza no puede, sin catástrofe, entregarse al delirio de su propia aceleración, el delirio que confesaba Ford cuando respondía, a quien le preguntaba por qué desarrollaba sus empresas sin cesar: «Porque no puedo detenerme». No consiste en imponer a las cosas una relación de amo a esclavo. La persona sólo se libera liberando. Y está llamada a liberar tanto a las cosas como a la humanidad. Marx decía que el capitalismo degrada las cosas rebajándolas a mercancías, a mecanismos de provecho, haciendo zozobrar su misma dignidad de cosas, por ejemplo las que sabe darles el poeta. Procedemos a esta degradación cada vez que consideramos a las cosas únicamente como obstáculos que hay que vencer, materia de posesión y dominación. El poder discrecional que entonces queremos ejercer sobre ellas no tarda en comunicarse a las relaciones humanas, en producir la tiranía, que viene siempre del hombre y no de las cosas. El movimiento del marxismo, que piensa que la misión del hombre consiste, por lo contrario, en elevar la dignidad de las cosas humanizando la naturaleza, está aquí próximo al cristianismo, que da a la humanidad vocación de redimir por el trabajo, redimiéndose, a una naturaleza que el hombre arrastró en su caída. El valor central que adquiere en Marx la actividad práctica del hombre (praxis) es una especie del valor central que adquiere en la tradición cristiana del trabajo.
Emmanuel Mounier