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Número 62

Universalismo abstracto – Universalismo concreto / Joseph Vechtas

Revista Malabia número 62

Universalismo abstracto – Universalismo concreto / Joseph Vechtas

La socialdemocracia toma formas de ocultamiento diferentes. Una de ellas es la oposición al universalismo (kantiano, hegeliano, marxista). De Marx conocemos la tesis XI, cuya teoría critica la mera especulación sobre la explotación del hombre por el hombre. En cuanto a Kant, pese a las objeciones que puedan hacérsele a su pensamiento, se olvida su imperativo categórico: “No se debe tomar a la persona como simple medio sino como fin en sí mismo”. Es justo lo contrario al capitalismo, para el cual el beneficio es lo incondicionado y la persona un simple medio para lograr ese beneficio. Toma a la persona como Aristóteles, para quien “el esclavo es una máquina viviente”. Su etapa más extrema es el capitalismo “salvaje”.

El profesor Miguel Benasayag –entrevistado por eldiario.es a mediados de 2015 y publicado luego por el semanario Brecha (18/03/2016)– utiliza, como yo, el término “universalismo concreto”, que rescata al ciudadano como persona en situación concreta –igual que el situacionismo francés–.

El fundamento de la democracia es la universalidad de los DDHH. La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de la Revolución francesa del 89 no explicitó que su concepción del hombre y el ciudadano era en realidad el propietario. Apenas la burguesía controló el poder, confirmó de hecho y de derecho que la universalidad de los Derechos humanos, y ciudadanos, era declarativa. Lo inviolable y sagrado era su propiedad individual y su conducción del Estado. Desconoció el derecho al voto de la mayoría no propietaria lo mismo que Luis XIV (“El Estado soy yo”). Se prohibieron las huelgas y asociaciones obreras. Las tropas comenzaron a disparar contra los manifestantes. O sea, que democracia (universalista) y capitalismo (individualista) son contradictorios en los términos, un oxímoron; y no sólo en economía.

Contra el universalismo abstracto, el crítico argentino apela al individuo en su situación concreta.


La situación

El profesor Benasayag define “situación”: “es la unidad que permite volver a territorializar la vida, el pensamiento y la acción”. Pero como el neoliberalismo está “localizado”, la solución aproximada –no utópica– del problema concreto, es combatirlo en esa situación concreta. Para evitar la “dispersión” y el relativismo post moderno, el inmediatismo propio de la economía neoliberal, que deja de lado el universalismo abstracto (kantiano, marxista, hegeliano), propone: “pensar una unidad múltiple, convergente, que permita un nivel de inteligibilidad y comprensión, de exigencia ética y política, que no mire con el espejo retrovisor al pasado ni se haga cómplice… del individualismo neoliberal”. Esto permitiría la acción y una “nueva racionalidad”. ¿Volvemos al presentismo, saltándonos la historia, el origen del problema? El concepto desecha lo accesorio y recoge lo esencial de la realidad. Es imposible actuar sin guiarse por un criterio general, orientador de la práctica de una realidad múltiple y compleja. Para evitar desconocer los casos concretos, y no caer en las soluciones ideales y abstractas –“desde ninguna parte y para todas”– propone “dinámicas universales”. En Francia, las mujeres musulmanas afirman su dignidad con el velo. En Arabia Saudita, lo digno es quitárselo. En Francia hay que permitir el velo; en Arabia Saudita, apoyar a quienes se lo quitan. Esto confirma al universalismo concreto, aplicado a la situación; serían las “dinámicas universales”.

“El neoliberalismo es global pero distinto, autónomo, según el país, el lugar, la fábrica. El neoliberalismo, la gestión empresarial de la vida, es una lógica global, pero se dispersa en el infinito de las situaciones (la escuela, la salud y la naturaleza son gestionadas como empresas)”. “Uno no encuentra al neoliberalismo más que bajo sus diversos modos de existencia, compuesto de prácticas cotidianas, de relaciones sociales y nosotros mismos participamos en esta explotación a la que estamos sometidos…; sólo existe dentro de cada situación concreta”.


El beneficio como absoluto

Estoy de acuerdo, pero ¿cómo explicarse los monopolios globales, la concentración del capital y las empresas; que el 1% (doscientas mil familias) acumule el 99% de la riqueza planetaria?

Son las plutocracias que financian a los partidos y corrompen a los gobiernos que las representan. En un pasaje afirma: “El neoliberalismo se desarrolla como una estrategia sin estrategas (¡!) que (subrayo) tiene autonomía y que no es manejada por nadie. Los que se benefician de él no lo pueden dirigir ni orientar”.

¿El capitalismo global carece de tácticas y estrategias unificadas por el axioma de obtener el mayor lucro al menor costo… y como sea? ¿Es así el capitalismo de la revolución industrial, del XVIII, del XIX y parte del XX? ¿Qué propósito tuvo el Consenso de Washington, de qué intereses se trató en Davos? ¿Qué nos imponen el FMI, el BC, la UE? ¿Cuál es la estrategia de colonizar a Grecia por deudas? ¿Quiénes están detrás del Imperio? Si el capitalismo no necesita expandirse (Marx), concertar y globalizarse, Las venas abiertas de América Latina es una novela de ficción.

¿No son los holdings quienes maquinan sus negocios, mienten, destruyen y reconstruyen ciudades, países, continentes, con los eufemísticos daños colaterales, cuyas muertes y víctimas superan las de los ejércitos profesionales?


El todo y las partes

Si “el todo está en cada una de las partes”, ¿no es evidente que lo común es el sistema capitalista, industrial o financiero, no importa la situación concreta en que se imponga? Donde sea, su valor incondicionado es el beneficio, no la persona (incluso el automatismo, busca prescindir de la mano de obra y aumentar el lucro). Premisa que contradice el universalismo “abstracto” kantiano, repito: “No usar a la persona como un simple medio sino como un fin en sí mismo”.

La premisa del sistema niega, de hecho, el discurso democrático burgués –declarativo– de las Constituciones. No es de extrañar que se incumpla mayoritariamente por la propia lógica del beneficio: la apropiación de la plusvalía. ¿La solución es el “arreglo”, el diálogo? Cuando la acumulación de plusvalía se ve amenazada por las “exigencias” de los trabajadores de donde fuere, acuden a sus leyes y a la violencia. ¿No es el modus operandi de la economía obtener el mayor beneficio, así sea hambreando a quienes producen la riqueza?

Las revoluciones no las urden los “militantes tristes” (mención desafortunada) del psicólogo filósofo, que “no se comprometen (¡?) construyendo situaciones concretas” sino que actúan por ideas abstractas, ideales; por un “deber moral de cómo deben ser las cosas”. “Las ideas son ideas… No todo lo que es posible en el mundo de las ideas es composible” (término lógico de Leibniz, para quien estamos en “el mejor de los mundos posibles” creables por Dios; idea satirizada por el Cándido o el optimismo de Voltaire).

¿No es la filosofía del “esto es lo que hay”, el conformismo, la resignación, la naturalización que busca la ideología? Por ende, hagamos “arreglos” según la situación, no lo que “debe ser”: la distribución de la riqueza para quienes la producen. Un salario justo, que permita alimentar y educar a los hijos, realizar las potencialidades personales. Sabemos cuántas calorías, lípidos, minerales, necesitamos; cuánto para la educación, para el recreo.


El cambio social

Le preguntan cómo piensa el cambio social y responde: “Como una resultante de fuerzas”. Unos empujan de un lado del ropero, otros del otro, y no resulta lo que quiere cada uno –la síntesis hegeliana, sin mencionarla–. Las sociedades no cambian por una simple toma de poder (estoy de acuerdo), sino “por un largo proceso práctico y teórico, que no es lineal”. (“Largo me lo fiáis”, de Don Juan).

Para él, cambian con “arreglos”, transacciones (el gradualismo popperiano). Un paisito hoy, otro mañana. Limpiar un pantano sin salir del mismo. Optimismo político que no cuenta con la experiencia histórica: el gradualismo conduce a la represión, no al cambio. Las élites de poder ponen un non plus ultra a lo que atenta contra sus intereses. ¿Cómo explicar, si no, las medidas esenciales por reclamos laborales y la fuerza pública para reprimirlos? Las masacres. Lo único necesario para el liberalismo económico –que pretenden confundir con el político– es la seguridad de la propiedad privada, el orden público y el laissez-faire, laissez-passer para sus negociados, la evasión de impuestos, la industria de la guerra. El huevo de la serpiente de las crisis cíclicas. La social-democracia, el gradualismo, cuando el sistema peligra, opta por el sistema. Adhirió al imperialismo en la Primera Guerra Mundial enviando a morir a los trabajadores enfervorizados por salvar una patria que los excluía (murieron unos treinta millones). Luego, entre guerras, continuó con la pesadilla del nazismo, en una Alemania abrumada por las reparaciones bélicas, y se retomó en la Segunda Guerra.

La solución gradualista fue la del laborismo inglés, el socialismo francés, el español, el latinoamericano, elegidos por las crisis y la corrupción conservadoras. Duran lo que los ciclos favorables. Ya aferrados al poder, no entienden otra opción que asemejarse y mantener el orden establecido, por horror al vacío, al cambio.

La democracia se salva con más democracia, se dice. De no cambiar el sistema, nos precipitamos a una edad oscura, como teme Hobsbawn al final de su Historia del siglo XX.

Joseph Vechtas
Montevideo, 22.03.2016