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Número 69

Antología poética de mujeres hispanoamericanas / Idea Vilariño

Revista Malabia número 69

Antología poética de mujeres hispanoamericanas / Idea Vilariño

Hacer la antología de una obra, de una literatura, de lo que sea, obliga siempre, es natural, a la dura tarea de elegir. Una antología de la poesía escrita por mujeres, en español, en Latinoamérica, y limitada, por decisión del editor, a un período que con algunas salvedades equivale aproximadamente al que en nuestro país se abre con la «generación del novecientos» y se cierra con la «del cuarenta y cinco», acota bastante la elección, deja mucho afuera: no sólo lo escrito por hombres, sino también lo escrito en otras lenguas – el portugués, el francés, las lenguas indígenas.

No hizo las cosas más fáciles el relativo desconocimiento de nuestras poetas entre sí, pese a que asombran coincidencias en las fechas de aparición de algunas personalidades, de asuntos y formas, explicables tal vez por raíces comunes, por la parecida atención que se prestaba a las metrópolis, por la incidencia de alguna gran figura, americana o no. Eso se tradujo, entre otras cosas, en el escaso intercambio de libros, lo que hace más difícil preparar una antología exhaustiva, o por lo menos correcta, sin moverse por el continente. Hubiera sido preciso contar con una de esas becas que permiten a cualquier estudiante norteamericano conocer países, visitar ciudades, consultar las obras completas de esta o aquella, saber más acerca de los grupos o movimientos a que pertenecieron, recoger los datos biobibliográficos que aquí se encontrarán a veces retaceados- algo que no siempre pudo superar la cuidadosa tarea de Nicolás Gropp.

Algunas veces, dada la escasez de datos, nos hemos limitado a transcribir una noticia de solapa o de contratapa. No había otra cosa.

No ayudaron mucho las antologías de poesía latinoamericana, hechas casi siempre por hombres, que ignoraron olímpicamente la escritura femenina. Según una de ellas, no hay una sola poeta en el Uruguay, y hay sólo una en México. La muy comprensiva- aunque muy discutida- de Juan Gustavo Corbo Borda sólo menciona, entre unos setenta poetas, a seis mujeres.

Por una afortunada circunstancia esta selección pudo completarse, durante un corto lapso, en la Biblioteca «José Antonio Echeverría» de la Casa de las Américas, en La Habana; ya biblioteca bien organizada y rica en lo que se refiere a los materiales que buscábamos. Podría suponerse que algo flechada porque- también podría suponerse- algunas escritoras latinoamericanas han preferido no enviar sus obras a una biblioteca de tan endemoniado país. Pero eso fue compensado por las muchas que sí, y por los procedimientos a que recurren habitualmente las bibliotecas. De modo que se pudo consultar, si no toda, la mayor parte de la obra en verso escrita por nuestras mujeres. Amén de una cantidad abrumadora de volúmenes de líneas cortadas en las que rara vez destellaba la poesía. A menudo volvió aquella pregunta de nuestro Carlos Vaz Ferreira: por qué, decía más o menos, tanta gente se cree obligada a hacer algo, escribir versos, por ejemplo. Fue una ímproba tarea. En ocasiones la facilitó un primer verso: «Florífero clavicémbalo…«. En otras, la hizo más intrincada una profusa temática como la que guió la mano de muchas mujeres, sobre todo hacia el norte del subcontinente. Fueron infinitos los poemas, por llamarlos de algún modo, dedicados a lo familiar: al padre, a la madre, a los abuelos vivos o muertos, a la hermana, al hijo en gestación o nacido o muerto, al parto, a la lactancia, al esposo y que casi no pueden evitar ser sentimentales, cursis o ripiosos, pero que hubo que leer porque no se puede trabajar con prejuicios y porque a veces, muy escasas veces, tocaron la poesía.

Otra temática que cubre países se da en las zonas y en los momentos terribles, de conflictividad y de muerte, donde las experiencias descarnadas de la guerra, de las matanzas, de la tortura, las angustias del peligro, del exilio, de la destrucción son objeto de mucha poesía; aunque en casos, arriesgaron el sentimentalismo, en general convocaron versos intensos, duros, desgarrados. las aguas que fueron paradisíacas del río Lumpur convertido en pudridero de cráneos y de vísceras, dieron lugar, en más de un poema, si no siempre a la excelencia, sí a una dolorosa eficacia.

Son menos habituales, pero suceden, textos que se descartan por sí mismos cuando el afán de singularizarse- no en la escritura sino en los asuntos- lleva a las autoras a un exacerbado exhibicionismo de todo lo del cuerpo, de lo sexual crudo o sucio, tal vez como una rebelión contra largas inhibiciones; aparece un regusto por palabras y hechos famosamente desagradables que llega a lo escatológico, a lo simplemente asqueroso, con el evidente propósito de asustar a la gente. Aunque de vez en cuando una buena formulación o una emoción verdadera rescatan lo rescatable. Pero muy de vez en cuando.

Una vez sorteada la montaña de líneas cortadas, sin lirismos, sin poesía, la montaña de lo «literario», lo inauténtico, lo pobre, de cuanto es lugar común, verborrea o mera tontería, quedó un puñado de poetas que no usurpan el título que son atendibles, estimables o admirables. Y entre ellas hubo que elegir. Y eso fue lo más arduo.

Toda antología es discutible. Cualquier inclusión y cualquier omisión pueden ser injustas; pueden serlo las de nombres o de poemas que con la más decidida intención de objetividad, se consideraron mejores. Pero, inevitablemente, en este punto entran en juego el gusto, las preferencias, el conocimiento y las ignorancias de quien antologa, que pueden malograr el propósito de ofrecer una muestra cabal de la rica poesía escrita en español por mujeres latinoamericanas a lo largo de buena parte del siglo que acaba de cerrarse.

Entre otros pecados de que se pueda acusar a esta selección, es evidente el desproporcionado número de autoras uruguayas. Lo que tiene sus excusas. Lejos ya de las aisladas antecesoras ilustres, la gran teoría de las poetas que por aquí publican comenzado el siglo XX es encabezada por Delmira Agustini, 1886 (aunque no olvidas a María Eugenia Vaz Ferreira, 1874, mayor pero opacada por ella). Las siguen Gabriela Mistral, 1889, Alfonsina Storni, 1892, Juana de Ibarbourou, 1895, Magda Portal, 1901, Dulce María Loynaz, 1902, Esther de Cáceres, 1903. Pero en el Uruguay, a partir de Delmira, se prodigan no sólo los nombres sino las excelencias a tal punto que resultó penoso descartar todo lo que hemos descartado para no desmesurar tanto nuestra cuota de la que hubo para cada país. Por otra parte, parece excusable privilegio de un antólogo uruguayo conocer mejor a las autoras del suyo, así como son excusables sus lagunas con respecto a las de los demás. Cosa natural en estos países en que, reiteramos, es casi una norma que sus artistas sean soberanamente ignorantes unos de los otros. Esa fue una de las buenas razones para preparar esta imperfecta antología.

ARGENTINA Alfonsina Storni – Olga Orozco – Alejandra Pizarnik – Diana Bellessi – Stella Calloni

BOLIVIA Emma Alina Alarcón – Yolanda Bedregal – Alcira Cardona – Matilde Casazola – Blanca Wiethüchter

COLOMBIA Meira Delmar – Matilde Espinosa – María Mercedes Carranza – Orietta Lozano

COSTA RICA Mayra Jiménez

CUBA Dulce María Loynaz – Mirta Aguirre – Fina García Marruz – Nancy Morejón – Reina María Rodríguez – Marilyn Bobes

CHILE Gabriela Mistral – Cecilia Vicuña –

ECUADOR Ana María Iza – Violeta Luna – Carmen Váscones – Martha Lizarzaburn – Sonia Manzano

EL SALVADOR Claudia Lars – Liliam Jiménez – Claribel Alegría – Mercedes Durand – Amada libertad

GUATEMALA Romelia Alarcón Folgar – Alaíde Foppa – Julia Esquivel – Delia Quiñónez Tock

MÉXICO Margarita Michelena – Rosario Castellanos – Enriqueta Ochoa – Isabel Fraire – Mónica Mansour – Ambar Past

NICARAGUA Vidaluz Meneses – Michele Najlis – Gioconda Belli – Daisy Zamora – Rosario Murillo

PANAMÁ Esther María Osses – Diana Morán – Ligia Alcázar – Moravia Ochoa López – Luz Lescure

PARAGUAY Josefina Plá – Ida Talavera – Ester de Izaguirre – Carmen Soles – Alicia Campos Cervera – Nila López

PERÚ Magda Portal – Blanca Varela – Cecilia Bustamante – Sonia Luz Carrillo – Carmen Luz Bejarano

PUERTO RICO Mayra Santos Febres

REPÚBLICA DOMINICANA Ana Silvia Reynoso – Josefina de la Cruz – Sherezada Vicioso – Loreira Santos Silva – Soledad Álvarez

URUGUAY Delmira Agustini – Juana de Ibarbourou – Esther de Cáceres – Clara Silva – Amanda Berenguer – Gladys Castelvecchi – Ida Vitale – Maruja Díaz – Nancy Bacelo – Marosa di Giorgio – Circe Maia

VENEZUELA Ana Enriqueta Terán – Elizabeth Schön – Lucila Velásquez – Mery Sananes – María Luisa Lázaro – Yolanda Pantin



Antología de mujeres hispanoamericanas fue editado por Banda Oriental (Montevideo, Uruguay) en el año 2001.