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Número 72

Cinco poemas / Hugo Fontana

Revista Malabia número 72
Cinco poemas, por Hugo Fontana

EN EL ADIÓS A HUGO FONTANA

En Punta Cana (República Dominicana), muy lejos de su natal Toledo (Uruguay), falleció Hugo Fontana hace unos días, en este enero 2022. Estaba en un hotel, visitando aquellas tierras tan diferentes a su perfil de personaje onettiano, como de alguna manera somos buena parte de los uruguayos de nuestra generación y de la anterior. El viejo maestro nos escribió en páginas perdidas, desterradas como él.

Hugo encaminó sus días y obras siguiendo no pocas adicciones del admirado compatriota, empezando por el amor a la lectura de diferentes culturas, del que fue un excelente crítico, y dedicándose a las propias letras con honesta y cuidada vocación.

Como en décadas atrás por correo tradicional, en nuestros mails de los últimos años hubo tráfico de textos, generalmente inéditos, algunos para proyectos editoriales.

Unos poemas suyos en archivo de noviembre 2004, remitidos más tarde, volvieron a mi memoria cuando supe la inesperada noticia del adiós.

Recordé de algunos versos el tono inconfundible adelantando las largas despedidas.

Y hoy, con el golpe de la suya, releí aquellas piezas quizá todavía inéditas, como cada nueva tristeza al perder un amigo.

No voy a enumerar aquí la trayectoria literaria de Hugo, pero sí diré que se inició como poeta, una condición que nunca abandonó, aunque es la menos frecuentada por sus lectores.

En Malabia dedicamos este número a Hugo Fontana con cinco de aquellos poemas.

Añadiendo en pie de página un enlace a un artículo detallado sobre su obra, como así también (en separata pdf) la reedición de su relato para el libro “Los árboles sin bosque”.

Larga vida al compañero, ahora que tal vez llegó al bosque soñado y posible.



Héctor Rosales
BCN / 15.01.2022

Cinco poemas / Hugo Fontana

LOS FUSILADOS DE ABRIL

todavía anda por la calle este hombre cansado
camina de un lado a otro con cansancio mortal
va y viene de san josé y paraguay a san josé y yi
–el cine metro, dos bares, el balmoral, una joyería que ofrece
dijes y bombillas de plata–, toma un café, regresa, escribe
un poema en hoja provisoria, escribe un poema como hace diez años
que no escribía un poema, cansado, atribulado, exhausto
y vuelve a caminar sabiendo que el resto de la tarde sólo
–cómo golpea, cómo duele esa mujer desde la contratapa de un libro–
le promete caminar nuevamente, escalonada su fatiga, su cansancio sin
rellanos, desde los talones hasta la esperanza de escribir un poema
en hoja definitiva, sin pasamanos, sin vértigo, y anda acosado por el
peligro de que más de una mujer lo ame –cómo golpea, cómo duele esa mujer
desde la contratapa de un libro, ocultando sus ojos– y camina de un lado
a otro y va y viene y va y viene y va y viene para que ninguna mujer
lo detenga ni lo aceche similar peligro, de san josé y yi a san josé y
paraguay y desde allí a la ciudad vieja y desde allí a otro lugar y desde
allí a otro luego y cuando quiere acordar llega a su casa y ve su cama sola y
entiende que ha dado la vuelta al mundo y que un nuevo peligro
lo espera en su breve sueño, esa otra mujer –cómo golpea, cómo duele
esa mujer de ojos ocultos desde
la contratapa de un libro–,
esa otra flecha.

y anda por la calle –la suprema
corte, otro hotel,
casa mallory,
rufino, el
negocio de platillos y guitarras,
el kiosco donde se detiene a leer los titulares matutinos–.

(el ministerio público hizo saber que
a diario dos o tres mujeres mueren de amor
tras los
pasos de
un hombre cansado)

EL AMENAZADO

fumo sentado en el puente ferroviario sobre el arroyo toledo.
de eso moriré. allí dejarán mis cenizas dos o tres
mujeres a las que alguna vez instruí.

sombras, un agua turbia, severa, lenta

(un muchacho se acerca por la vía. carga una larga
rama de álamo y un machete en la mano derecha.
me pide un cigarrillo. le digo que sólo
me queda uno, que lo fumaré al regreso.
se detiene a mis espaldas. clava el machete en la tierra)

un viento frío que helará mi sangre las noches de invierno

se oyen ruidos que no entiendo, que aprenderé a desentrañar
(golpes sobre los rieles, golpes detrás de los altos árboles)

mis ojos perpetuos mirando el día más triste
(golpes de distancias
apenas a unas cuadras de la casa donde escribo,
donde ya no seré feliz)

PERRO

“Yo tuve una lista de cosas que no tuve”.

Álvaro Ojeda

“Una semana, un mes, un año. la tristeza morirá como un perro viejo”.

Lorrie Moore

esta habitación no existe
esta pantalla este gordo cardíaco melancólico que habla por teléfono delante de mí
aquella mujer con voz borracha que es puro tabaco que ha hablado toda la mañana
intentando descifrar algo de su vida quebrada irrecuperable
este teclado no existe aunque estas palabras lo acercan a la existencia
esta guía de letras de palabras de significados de versos que quizá se desvanezcan
en infinito virtual
estas manos existen aunque ya les quedan pocos recuerdos pocos secretos
un poco humor un poco gusto un poco flujo
estas uñas existen y también sus estrías de respiración entrecortada
pero cuando los expertos acaso del fbi rastreen con sus novísimos instrumentos
encontrarán huellas de inexistencia que habrán de exculparme
como si realmente no hubiera cometido crimen alguno
duran poco las cosas incluso las que se meten debajo de las uñas
adentro de la carne en la mitad del corazón donde habita un perro viejo
existe una rambla una ola perseverante rompiendo en la costa en el viento
el viento existirá siempre
un campo de golf
una casa
la mesa de un bar que ahora está siempre vacía
un vaso de whisky el whisky existirá siempre
en el mundo hay, como es lógico, cosas eternas
otras que no

TODO HA CAMBIADO DE LUGAR

ahora, de tanto mirar, tengo los ojos celestes como mi abuelo
el italiano –aquel errabundo que se embarcó rumbo al río
de la plata cuando debía abordar el buque hacia brooklyn–.
ahora tengo en la boca un regusto a tempestad
marina –los malpensados supondrán de inmediato, ostras,
resacas, otras delicias vascas– y destapo las botellas de vino
con sabiduría de pirata, relativamente lejos de mi entrepierna.
ahora mi entrepierna es más alta, más gruesa, más poderosa
–el almirante que torcerá el derrotero, salitre que cubre su tuerto
mascarón– y entonces pienso que brooklyn queda maravilladamente cerca
y que manhattan está a la vuelta de casa y que en la quinta y la treinta y
cuatro hay una parcela esperando a la hormiga y su ombú.
ahora la grava es ola y viento y el viento tumba dragones.
ahora, desfallecido aquel viejo terror a la soledad, tengo miedo
de los gatos, oscuros equilibristas de tejado,
y la dicha es una perra clara como tus ojos.
ahora todo ha cambiado de lugar.

LEAVING JACKSON

chau
una violencia
un cielo turbio, alejado
hasta aquí la borrasca la tempestad la temporada de tormentas
un convulso cielo
es bueno despedirse de una mujer
con el nombre de otra
chau, cielo
el sacudón la sacudida el golpe
es bueno celebrar en voz baja
mirar arriba
encontrar las últimas nubes en el cielo
sentirse como kropotkin recién llegado al jura
como majnó de regreso a ucrania
como malatesta ante el cadáver de mussolini
es bueno sostener en los labios la sonrisa de
severino frente al pelotón
adiós los olvidados cielos
la media boca, los ojos blancos
chau, turbión sobre ramírez
sobre la costa
sobre la mesa de un bar
chau, las verdaderas conchas de barrett
y del dolor uruguayo
y del despejado cielo

(saber como barrett que aunque la torva tunelería pulmonar
sacuda con ritmo de cumbia las pequeñas esperanzas
es siempre bueno despedirse
y empezar otra vez)

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Semanario Brecha (Montevideo, 14-01-2022)
El narrador y sus huellas – Brecha digital

Enlace a Separata Malabia/72
El sacrificio de la mano derecha – Hugo Fontana