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Número 69

Rompecabezas para armar / Joseph Vechtas

Revista Malabia número 69

Rompecabezas para armar / Joseph Vechtas

A mi madre, inclinada, cosiendo
agujas en el pecho
sus días con los días
la sábana del cielo.

Joseph Vechtas

En mi lejana docencia impartí clases de Literatura y creo haber analizado algún Salmo y el Cantar de los Cantares, bellísimo poema de amor cuyo erotismo se interpretó como amor místico, conservado, sospecho, por su excepcional belleza. También cité pasajes admirables de Isaías, defensor como Jesús de los humildes y, al parecer, lectura habitual en el templo. Al abrir casualmente el Génesis encontré un espíritu absolutamente opuesto. Para no extenderme recomiendo la lectura literal de los pasajes mencionados. También la lectura de los Mitos hebreos de Graves y Patai (Editorial Losada).

1) De las dos versiones de la Creación comentaré la más extensa. Se parece a las cosmogonías babilónicas (los hebreos los habirú, fueron esclavizados en Babilonia) En la Génesis se exponen los distintos momentos de la Creación, desde el primer día, cuando Javeh ordenó «Hágase la luz» y la luz se hizo. El sexto día creó a Adán (tierra, barro, como si fuera hecho para la comprensión de un alfarero) y le asignó el cuidado del jardín del Edén. Después de crear los animales creó a la mujer. No es de extrañar. También en Grecia la degradación era semejante (Graves).

2) Los mitos, según los autores mencionados, han servido siempre como validación suscinta de leyes enigmáticas, ritos y costumbres sociales. De ahí la inclusión de mucho material mítico en la Biblia. la mayoría de los mitos de Cercano Oriente parten del concepto de que «parte de las prerrogativas de las matriarcas pasaron al guerrero acompañante». los dioses, hijos de Tehom. la poderosa diosa madre babilónica, se rebelaron contra ella y con su cuerpo se creó el universo. En hebreo, muchas palabras cósmicas son femeninas, incluso careciendo del sufijo ah (Graves). Las diosas babilónicas eran muy conocidas por los hebreos bíblicos, que adoraban a Aserá y Astarté (fenicia). A ésta las mujeres judías le ofrecían tortas como reina del cielo (Jeremías VIII. 18). Las diosas, alguna de la fecundidad, se suprimieron por lascivas. Pero que hubo un período de matriarcas al mando parece confirmarlo el hecho de que al asumir el mando los caudillos debían vestir ropas femeninas (Graves-Patai).

3) Un matrimonio mal avenido. Eva no fue la primera mujer sino Lilith. Adán, veinteañero, practicaba el bestialismo, por lo que Dios satisfizo su deseo de una compañera, Lilith, con la que nunca vivió en paz. (Lo femenino fue una mera concesión a posteriori y a pedido). Lilith consideraba ofensiva la postura pasiva y protestaba: «Por qué debo acostarme debajo de ti. Yo también fui creada del polvo, somos iguales». Intentó forzarla y ella, enojada, voló abandonándolo. El machismo nació con el primer hombre y el feminismo con la primera mujer, anterior a Eva. La muy lasciva tuvo centenares de hijos con demonios no menos lascivos. Enviados por Dios, los ángeles asexuados le ordenaron volver, a lo que Lilith se negó. Javé hizo justicia matándole cada día cien hijos. Según otra versión Javeh acabó con su vida, pero esta versión está excluida de la Sagrada Escritura y sólo es recordada por Isaías (10.6). Dejando de lado el castigo por desobediencia cabría preguntarse: ¿por qué ese repudio del sexo, que tan nefasta consecuencia tiene aún en nuestra cultura? Ni David ni Salomón fueron ejemplo de castidad. Una de las causas de indignación de los profetas, monoteístas, fue la prostitución sagrada en los templos dedicados a las diosas de la fecundidad. La castidad se concibió como purificación, el desprendimiento de lo terrenal. Esa concepción platónica influyó en la filosofía, la religión y el arte (la hoja de parra). Recordemos la metáfora famosa de que el alma está presa en la cárcel del cuerpo, que contribuyó a repudiar la carne en la moral cristiana y el clero. La represión sexual en la mujer sensual y seductora como Eva, la que corrompió al hombre, originó la teoría freudiana sobre el origen de la neurosis.

4) Dejando de lado el análisis literario para entrar en el campo reflexivo, advierto en el mito de la Creación una ideología patriarcal y clasista que me permite comprender el porqué del abandono, por parte de la Iglesia, de la interpretación literal de la mitología bíblica. Acotan Graves y Patai que el lector piadoso interpretó el relato de la huída de Egipto (incluida la división de las aguas para permitir el paso al pueblo perseguido) como una metáfora fantástica acerca de los extremos a los que podía llegar Dios para proteger a su Pueblo Elegido. La versión del Génesis pudo ser escrita o dictada por ingeniosos y/o crédulos rabinos cuya ideología patriarcal aún subsiste. En las tres religiones monoteístas la mujer no puede ser sacerdotisa (por impura en la judía), cuando en las creencias primitivas las divinidades eran femeninas. Basta ver las esculturas de las diosas madre, cuyos caracteres secundarios son exagerados, lo que no es extraño ya que la función reproductiva masculina era desconocida. Lo manifiesto era el embarazo y el parto. La explicación causal aún era mágica y lo siguió siendo no sólo en Egipto y Babilonia, sino en todos los mitos de las antiguas culturas hasta ser desechados por las cosmogonías de los filósofos presocráticos. Lo cual no significa que la función mitificadora no haya tomado otras formas.

5) Otro mito destacable es el de la expulsión del Edén. Eva, inducida por la serpiente se tienta y arranca del árbol el fruto prohibido y se lo ofrece a Adán para que también lo coma. Inmortales ambos, eran recién nacidos y sin experiencia alguna. Ignorando que pecaban tienen sexo. Recién lo entienden cuando reciben el castigo divino. La incongruencia consiste en que los ángeles sean asexuados y los humanos no. Y tampoco se explica cómo, siendo jóvenes, sexuados e inexperientes, su transgresión es tan grave que son expulsados del Edén y condenados a muerte, un castigo al uso de los bárbaros monarcas del tiempo de los escribas. Y no sólo ellos son castigados, sino también nosotros. lo que impresiona es que no sean condenados por las tres generaciones habituales sino para siempre; o sea, que alcance a los hombres que trabajan de sol a sol y a sus mujeres, contemporáneas de los escribas, que paren con dolor y también trabajan. ¿Acaso Dios no es omnisciente o los puso a prueba a sabiendas de su desobediencia? ¿Tan grave es el pecado, el crimen, o acaso se arrepintió de su creación? ¿La sola desobediencia produjo el castigo de la muerte sólo por haber nacido? Uno se asombra; no basta con la expulsión del Jardín, hay que castigar a los culpables y a la humanidad entera con la pérdida de la inmortalidad. En cuanto al sexo, cedió a los ruegos de Adán por una compañera. ¿Fue sólo la desobediencia a un monarca absoluto o había algo más en el fruto del saber y el poder por los que combatían entre sí los dioses griegos y babilonios? ¿Temía que usurparan su poder divino que levantó los muros del universo? En un régimen absolutista, la desobediencia es una transgresión imperdonable, los súbditos deben obedecer ciegamente aunque el autócrata calle sus motivos. Pero tampoco bastó.

6) Castigados por amarse y desobedecer, Adán ganará el pan con el sudor de su frente y Eva parirá con dolor. Un hecho social y económico, no teológico. Doctores y escribas saben que con o sin Biblia, Eva pare con dolor y Adán trabaja de sol a sol, aunque éste lo abrase. Lo incuestionable es que Dios es justo y piadoso, el supremo Bien. Nada suyo puede ser malo. Luego, la culpa es de las víctimas, que deben admitirlo y obedecer, puesto que Él es justo. El castigo es merecido y pagarán ellos y su descendencia per secula seculorum. La culpa exonera a Javeh de toda injusticia. Es una legitimación sacralizada del dolor y del sudor, merecidos e impuestos no solamente a los culpables. Recordemos que, en un principio, la culpa individual recaía sobre la tribu. Aunque sus hijos fueran inocentes son parte del castigo, como la muerte de los niños en las guerras. Si no lo sabían, ya lo saben. Verlos trabajar, sudar y parir con dolor no lo quiso el Justo, es el merecido castigo por la desobediencia, para que la élite del poder viva ociosa. Va más allá de Adán y Eva y de su culpa primigenia. La culpa desarma la conciencia culpable y obedece al sentido de la justicia. Las cuentas se pagan.

7) Una reflexión racional se cuestiona: ¿Qué sentido tiene que el creador del universo tenga que sacarle una costilla a Adán para crear a Eva? O Dios o el mitógrafo ignoraban no sólo la geografía -la tierra era un círculo plano- sino también la anatomía. No fue ciertamente un guerrero el creador del mito. Con Eva hay una evidente discriminación inicial que no se da con Adán. A éste le sopla el espíritu, pero a Eva, que no estuvo en su propósito inicial, no. Esta omisión dio lugar, en la Edad Media, a la discusión sobre si Eva tenía alma, el mismo argumento que luego justificó la explotación de los indoamericanos, que no la tenían. Para el mitógrafo hay una consecuencia lógica: si Eva debe su vida a la costilla de Adán se infiere que debe estar a su servicio. De ahí que Javeh le diga, luego de crearla sin alma: «Le debes la vida y debes servirlo». A lo cual los patriarcas obedecieron religiosamente. Resulta, por lo tanto, una legitimación sacralizada de la servidumbre que una mujer creyente debe no sólo practicar, sino creer en esa Palabra. ¿No explica eso que la mujer fuese mantenida milenariamente en la ignorancia, resignada a parir mano de obra y trabajar? Es la moral del potlach de las tribus primitivas: «Yo te doy, tú me das». La moral del pacto, por la cual el pueblo debe rendirle homenaje y Javeh protegerlo. La reconocemos en toda la Biblia. No se paga en el más allá sino aquí, con fidelidad y obediencia incondicional. También en el culto y la moral romanas, du ut does (yo te doy, tú me das), que se reitera luego en la moral mercantil.

8) La mujer, mantenida milenariamente en la ignorancia, carece de otra fuente de conocimiento que la palabra divina, reservada al sacerdote o al rabino. ¿Cómo no creer en ella si lo afirma un consagrado, si los hombres (su marido) estudian la Torah mientras ella trabaja, pare y cría a los hijos? La mujer fue moneda, mercancía, mantenida, esclava, concubina en el harén (Salomón) o prostituta. Lais, la cortesana de Holbein el Joven, extiende la mano para recibir el pago. Dependiente siempre. ¿Cómo no sentirse inferior a su Adán cuando está obligada por Dios a servirle y obedecerle? ¿Acaso no carece de alma y ello la convierte en un maniquí para el goce masculino? La maternidad hace el resto. En Eugenia Grandet, la bellísima novela de Balzac, la hija mayor queda soltera y debe cuidar a su padre, viejo y avaro, aunque esté destinada, según el autor a ser «gloriosamente madre». En ese tiempo, casarse por conveniencia era el recurso para unir fortunas. Entonces, si un varón le hablaba, la mujer debía agachar la cabeza y escuchar, además de sentarse con las piernas apretadas, salir con una persona mayor, regentear la casa y cuidar a los niños. (Barrán, Historia de la sensibilidad en el Uruguay). La relación sexual consistía en ser poseída de acuerdo a las erecciones maritales (Bergman). El manu maritii y la capitis diminutio del derecho romano, a la par de sus hijos menores. Incluso en el siglo XIX debía autorizarla su marido para disponer de su propia fortuna. El Código napoleónico hereda ese estatus del derecho romano y de allí lo toman las jóvenes repúblicas latinoamericanas. Norah, de Casa de muñecas de Ibsen, es el ejemplo de la mujer sometida de la época y quizá de hoy, la mujer que trabaja a la par de su marido. La mujer virtuosa (vir, varón) es virgen, casta y fiel y garantiza que sea el legítimo heredero quien se haga con la fortuna.

9) La definición clásica de la especie (Homo sapiens sapiens) no la incluye. Nacemos de una incubadora o, como Palas Atenea, de la frente de Zeus. Kant, el moralista por excelencia, se despacha así sobre las aficionadas a la astronomía: «Lo menos que merecen es una barba». Y Arthur Schopenhauer opinaba: «La mujer, anchas caderas, cabellos largos, corto entendimiento».

Sin embargo, hay mujeres como Madame Curie, con dos premios Nobel. ¿Cuántos millones de talentos, masculinos y femeninos, pierde la humanidad a causa de las guerras, la violencia, la incultura, el trabajo bruto no especializado, el hambre? ¿No habría que contar con las condiciones económicas y culturales milenarias que no paren genios pero los auspician? Las mujeres que lograron zafar en cierto modo, ¿recuerdan a las millones que siguen esclavizadas en países que son el medioevo para ellas? Lugares donde se las castiga, se las castra, se las encierra. otras recorren largas distancias bajo el sol para traer el agua que beben sus dueños que las han bendecido con la boda. En los países desarrollados hay magníficas científicas y artistas. A veces parece que se hablara de especies diferentes. ¿Nada nos dice que el talento y el gran arte nacieron en sociedades y culturas esclavistas (Grecia, Roma, Oriente)? En pleno siglo XIX importantes escritoras publicaban con seudónimos masculinos. Una mujer culta era un virago. La biblioteca de Alejandría fue incendiada con su bibliotecaria (científica, un milagro entonces) dentro por fanáticos cristianos. Saber era un pecado, sólo Dios era sabio. Por lo tanto, los sacerdotes monopolizaban la sabiduría.

10) La ideología de género. Su crítica invoca una ideología conservadora, defendida retóricamente en base a un sistema de valores patriarcales milenario. Para que un juicio sea verdadero debe corresponder a las notas propias de su objeto (N. Hartmann). No se trata del género, como se pretende, sino de una exigencia válida para ambos sexos. De lo que se trata en primer lugar es de la condición de persona, que por serlo exige el reconocimiento de su dignidad humana, en la mujer vulnerado por milenios. Y en segundo lugar, por extensión, de la «igualdad complementaria» por pertenecer a la misma especie, con las diferencias específicas complementarias. Detenerse en el género es un deslizamiento lógico, pero fuera del asunto central. Una trampa retórica que desvía la discusión correcta acerca del justo reclamo de derechos por la condición de persona. Si la mujer está destinada a ser sólo «gloriosamente madre», condenada a la olla y la escoba sin desarrollar sus potencialidades, lo que se pretende es condenarla a no participar del desarrollo humano, algo inmoral y deshumanizado que perjudica a la persona y a la especie. Y se deja de lado que cuando se ha sacado a la mujer de la casa ha sido para sustituir a los hombres en las fábricas en tiempos de guerra, extremo que se ha justificado con argumentos obsoletos.

11) No nos engañemos. La escritora Olimpye de Gouge, durante la Revolución francesa, reclamó una Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, además de denunciar el drama de la situación de los negros, y terminó en la guillotina. Faltaría explicarse el porqué de reducir a la mujer al papel de Cenicienta después de haber sido reina madre y haber creado, mientras los hombres cazaban, la agricultura.

Por fin, luego de milenios de infantilización y sometimiento, la mujer tomó conciencia de sus derechos a la par del hombre. La especie son ambos, aunque la mujer no haya entrado en la clásica definición de ser humano.

Lamentablemente, no todas pueden reclamar esos derechos y muchas ignoran tenerlos. Necesitan ayuda para tomar conciencia, para crear, junto al hombre, una Tierra habitable.