

Sobre Virginia Woolf / Varios autores
Hanif Kureishi (2015)
“Cada cosa que escribes ha de suponer un riesgo, de otro modo no valdrá nada. Pero, ¿hasta qué punto puedes poner en peligro tu forma de vida?” Todos los escritores en activo que conozco tienen que tomar constantemente decisiones sobre la proporción entre escritura verdadera y publicidad que quieren hacer. Los escritores modernos a los que admiraba cuando crecía –Joyce, Woolf, Eliot, Beckett, Burroughs, Genet– no esperaban comerciar en el mercado. No trabajaban en series de televisión ni hacían adaptaciones marginalmente. No sopesaban el escribir para Hollywood. Eran artistas e individualistas, por decir poco. Por encima de todo, eran íntegros. El comercio era corrupción. Los escritores de segunda fila se ganaban la vida con ello. Los artistas no se preocupaban.
Borges (1985) (Extractos de una entrevista de Osvaldo Ferrari)
Yo creía que Virginia Woolf no me gustaba, o mejor dicho, no me interesaba, pero la revista Sur me encargó la traducción de Orlando, yo acepté hacerla y a medida que iba leyendo y traduciendo, asombrosamente para mí, mi interés en aquello crecía. Ahora, ese libro es un gran libro. Trata de un tema curioso, de la familia Sackville West. O sea que no está dedicada a un individuo en particular sino a una familia como un arquetipo platónico, una forma universal, que es el nombre que los escolásticos dieron a los arquetipos. Y para ejecutar ese fin , ella supone un individuo que vive en el siglo XVII y que luego llega a nuestro tiempo. Ese artificio lo había ejecutado también Wells en una novela cuyo nombre no recuerdo, donde los individuos, para mayor comodidad del novelista a fin de situarlos en diversas épocas, viven trescientos años. Y Bernard Shaw también jugó con la idea de la inmortalidad.
En las ilustraciones de Orlando hay retratos de familia y se entiende que todos ellos son Orlando. Y eso sirve para juzgar distintas épocas y diversas modas literarias también. A priori, parece prometer un libro ilegible, pero no, el libro es interesantísimo.
Sobre la traducción voy a confesar algo: Una habitación propia lo tradujo mi madre y yo revisé la traducción. Este libro me interesó menos. Es un alegato a favor de las mujeres y el feminismo y yo soy feminista, no necesito alegatos para convencerme porque ya estoy convencido. Orlando es otra cosa, un libro admirable. Y es una lástima que en las últimas páginas decaiga, pero eso suele ocurrir. Por ejemplo Cien años de soledad no hubiera debido vivir cien años, alcanzaba con ochenta, pero el título lo obligaba. El autor al final se cansa y el lector siente el cansancio y lo comparte. El final de Orlando lo vinculo vagamente con diamantes, pero esos diamantes están un poco perdidos en el olvido, veo sólo el brillo. Pero es un libro muy lindo. Recuerdo que aparece Shakespeare y no se menciona su nombre, pero no hay un lector que deje de darse cuenta que es él. Está observando una fiesta pero está pensando en otra cosa, quizá en fiestas de la tragedia o la comedia tal vez. Y si lo hubiera mencionado hubiera echado todo a perder, ya que la alusión puede ser más eficaz que la expresión.
Es un excelente exponente de la literatura fantástica. Yo no recuerdo ninguno escrito así, es incomparable en ese sentido. Al principio uno ignora si Orlando seguirá viviendo, que Orlando será, no sé si inmortal, pero casi. Inmortal y ubicuo.
Juan José Saer (1995)
Los escritores en los cuales uno se reconoce son aquellos que algunos lectores pueden reconocer en la obra de uno. También, por un lado y por otro lado, yo creo que se produce una especie de identificación que dura a lo largo de toda la vida, y hay una serie de escritores, algunos que he frecuentado más que otros, pero que he frecuentado mucho y que continúo frecuentando. Podría nombrar algunos escritores argentinos como Borges, Macedonio Fernández, Hérnandez, Sarmiento, Juan L. Ortiz, algunos latinoamericanos como Neruda o Vallejo que vienen de un período de formación, escritores anglosajones como Faulkner, Conrad, Henry James, Virginia Woolf, Joyce, de otras literaturas como Kafka, para no hablar de clásicos como Flaubert, Dostoievski, Shakespeare. En ese sentido no creo haber inventado la pólvora. Para muchos de los aquí presentes (para todos probablemente) muchos de estos escritores deben integrar la serie personal de la tradición que cada uno sustenta o acepta o practica.
Piglia (1990)
Hace muy poco, sin ir mas lejos, se publicó en Buenos Aires una biografía rarísima, voluminosa, de Virginia Woolf, de Irene Chikiar Bauer. Me pareció tan argentino eso. Hay que ser loco para ponerse a escribir una biografía de alguien sobre el que hay tanto material y archivo. Es un delirio como los mejores que se hacen acá, por pura decisión. Es un trabajo muy bueno. Y ahí ves a Virginia Woolf, alguien que está muy asentada en una clase social, que tiene unas relaciones sociales y culturales muy claras, pero al mismo tiempo tiene una relación ilegítima con la literatura, una lucha por encontrar un espacio. Vos lees las novelas de Virginia Woolf y no aparece tan claramente esa tensión.