Poesía inédita / Liliana Lukin
La edad es la puerta de la belleza *
Yo voy, estuve, ví, decidí pensar y mi pensamiento hizo viajes, lejos no supe hablar, materia de mis ojos esparcida en círculos habló de mí, traída por el amor estoy otra vez donde la marea de imágenes me pertenece.
Itinerarios repetitivos, deslizamientos en un espacio tan conocido como la página del libro, cada árbol suelta sus jugos, sombras sobre los rostros, sombra menor sobre la entrada del camino a la casa, sobre la cama, la mesa, las sillas alrededor un manto de luz.
Nada semejante a estar viendo permite que el nudo sea un perfecto lazo, que la presencia sea el presente.
……
Lo perdido visto no como pérdida: en una nostalgia inminente se incrusta la conciencia de saber sobre unas vidas en lo distinto, admirables en su separación del universo de lo materno.
……
Así lo imagino: que siempre necesite mi amor, digo, así lo imagino: que siempre esté cuando la necesite, dice ella.
……
Y yo sólo puedo llegar y volver a llegar, y volver, en un trenzado de palabras que convoquen, como campanas en la llamada.
Octubre 2014/ Marzo 2015
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* De Morir por pensar, Pascal Quignard
1
qué ajenidad anida en ella,
esa crecida de madre,
la gran otra, y no se puede ver?
ella mira, desde el oído anudado
que es ancla y es amor llamado
necesidad,
mira desde el diapasón y
permanece ciertamente abierta,
estupefacta a la luz,
con ojos libres cauteriza allí
el aire frío, el viento pequeño, más
pequeño que el viento de su parición.
En la gravidez, la ebria, grávida
certeza de estar, embarazada de ideas,
la miro ser un punto de emoción
en el mundo de las repeticiones:
crece la carne de sus pupilas
hacia el centro de una forma llamada
ver, y cuando pestañea, sus ojos,
cayendo sobre sí mismos, producen
un intervalo en el fluir de lo llamado tiempo
incandescencia es lo que hay,
y ser amamantada como vivir único,
plétiro de la gran forma del Origen:
Con todos los ojos ve la criatura
lo Abierto*. Mira y ve puntos,
el pixel de un futuro conocimiento
transmuta sonidos, hace de lo criado
en la cueva del sentido, luz corpórea,
qué ajenidad que todavía no se ve?
“mirlos, qué son los mirlos?
y el coral? Qué son esas
reverberaciones que adoro como
poseída, y trago y muerdo
con encías curvas, leche y sangre,
costras para devorar en una sola
ingesta infinita, que desea infinita
mi demonio, en el llanto
de la madre que no sacia?
citronella, qué será en la partitura
que cantan mis memorias todas una
anudadas en este verde furor de mamar?”
qué ajenidad anida en ella
que deberé escrutar,
ambicionando ser parte de
su voracidad, su arañe
con manitas prensiles de huesos
largos mi ser gastado y deseante?
y amarlos, dice, “qué son los marlos?”
y picaflor, qué será en el titilar
de su cambiante ajenidad?
Agosto 2015.
2
Prescribe en su estar la carencia
de luces: las ‘lucciole’ en la cueva
de las arboledas, en los alrededores
blandos de follaje bailan, “eh”, “aquí”,
“por aquí”, “hacia allí”,
la supervivencia
de las luciérnagas provoca su risa,
ella ríe al verlas, estupefacta, y
entiendo la forma brillante y móvil
de su aumentada
felicidad: una señal
en lo oscuro, entre las hojas,
una minúscula partícula
que se desplaza en el vacío y hace de él
hogar inmune al tiempo, las tormentas
del cielo, las lluvias que lavan
la memoria del agua.
3
Yo le traigo a ella
el presente continuo de mi
conciencia para entrar
en su magnífico universo,
que ella, la que señala
los pájaros en el cielo antes
de que nadie recuerde mirar
hacia arriba, más allá del árbol
más alto, domina
antes que el habla.
Le traigo algo de
lo vivido como prenda,
ofrenda, donación: desde mí,
un recreo de la mente para
reciclar impulsos, propósitos,
oscilaciones, y verlas encarnar
en un lugar que es todos los
lugares: creencia sin vencimiento
para armar frente a sus ojos
otra partida de dados que me vuelva
imposible de olvidar.
4
Ella dice esa es
mi abuela y abre
una sombra que estaba
cerrada, una sombra
de vivacidad incandescente,
precipitada en el camino
a casa entre perros y verdes
obstáculos que son, ahora,
la piedra basal de la melancolía:
estar en ese filo de amor,
en la para siempre pura carne
inscripta ya, ser ésa, ‘mi abuela’,
y ser des dicha que da a las horas
su país de algarabía,
el palacio de coral.
5
Las hojas de las plantas
se mueven como sus piececitos
y yo bailo al son de sus deseos.
Qué más, qué otra capacidad
que recordar y repetir los
bordados hechos en el tiempo?
Qué otra virtud
que hacer reír a la
criatura?
Coda
Fotos, rostros pequeños de lo que fuimos,
las branquias que se abren y cierran
mientras los cuerpos sedosos golpean en la arena,
el agua lejos, apenas pasando su lengua en una
línea al atardecer después
de la caída, gris y plata
acumulándose en más y más recreaciones:
nosotros, copiando en la arena niños,
(volver con la última ola, muertos pronto,
ahogados en su propia reconstrucción)
un dedo basta para señalar, reconocer en el borde
algas o la basura
que deja el mar al retirarse las fotos,
sueltos, sin redes, nosotros,
pronto boqueando, aletas
al aire con la marea baja
……
……
y lo que esa luz que resplandece
en los rostros
dice de haber estado, pero
nada más, muda mira, y calla.
Enero 2016
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